ARES LUDOVISI
EL DIOS ARES Y EL AMOR - MARTE
Copia romana sobre un original atribuido a Lisipo ( Sición, h. 370 a.C.-
318 a.C. )
H. 320 a. C. - Escultura griega. Período Clásico
Mármol pentélico, restauraciones en mármol de Carrara por Bernini (1622)
Museo Nacional Romano-Palazzo Altemps, Roma
Lisipo fue un escultor prolífico y autodidacta, englobado en lo que se
denomina segundo clasicismo (siglo IV a. C.), que junto a Praxíteles y Escopas
colocaron el arte escultórico griego en la cumbre de la perfección técnica y
del realismo formal, cada uno de ellos con su propio estilo y peculiaridades.
Su mayor producción fue realizada a partir del año 350 a. C., siendo el artista
predilecto de Alejandro Magno por la vitalidad que impregnaba a sus modelos,
hecho que contribuyó a expandir su prestigio. Como es habitual, conocemos
muchas de sus obras a través de copias romanas fidedignas, como es el caso de
esta escultura de Ares, el dios de la guerra al que la cultura romana veneraba
como Marte.
Esta obra maestra de la estatuaria clásica ofrece las características que
supo infundir Lisipo a sus figuras, como la utilización de su propio canon, con
una esbeltez basada en cabezas de tamaño ajustado, largas piernas y
musculaturas en tensión, intentando establecer el ideal de belleza a través de
las proporciones anatómicas y el equilibrio de la composición, siempre en
esculturas concebidas para ser contempladas desde múltiples puntos de vista
para captar la totalidad de sus matices.
El aspecto que nos ha llegado de la escultura es fruto de la restauración
que hiciera en 1627 Gian Lorenzo Bernini, que también participó en la
recomposición de las esculturas del Hermafrodita y del Fauno
Barberini. Bernini intentó recuperar la idea original de Lisipo, realizada
en mármol pentélico, incorporando algunas partes perdidas en mármol de Carrara,
el más similar, como la nariz del dios, la parte superior del escudo y
parcialmente los pies y la cabeza de la figurilla de Eros, aunque donde infunde
su estilo personal es en la empuñadura de la espada, rematada con el mascarón
de un duende burlón, y en el recorte frontal de parte del pedestal original
para dejar el pie volado, sin apoyar en el suelo, un detalle que consigue
acentuar la sensación de reposo, al tiempo que el pequeño bloque eliminado
sirvió al escultor para labrar otras partes mutiladas.
El Ares Ludovisi recibe este nombre por haber formado parte de la
ingente colección arqueológica reunida por el cardenal boloñés Ludovico
Ludovisi, sobrino de Alessandro Ludovisi, pontífice bajo el nombre de Gregorio
XV, en la villa y los jardines situados cerca de la Porta Salaria de Roma.
Después de formar parte de la colección Boncompagni pasaría a engrosar los
fondos del Museo Nacional Romano de las Termas de Roma, ocupando actualmente
una de las salas del museo instalado en el Palacio Altemps.
Según esta composición, es posible interpretar la intencionalidad de
Lisipo en la escena, planteada a modo de una instantánea paradójica. Porque lo
que aquí se representa es al poderoso dios de la guerra en pleno reposo. Ares
aparece sentado sobre un peñasco, desnudo y portando sus armas: la espada en la
mano izquierda, a su derecha el escudo reposando en el suelo y al frente el
casco, sobre el que apoya el pie izquierdo. Lo que está haciendo Ares es
meditar sobre Afrodita, un tanto abatido y con la mirada perdida, después de
haber sido tocado por el Amor, que lo representa la pequeña figura de Eros, que
juguetea entre sus piernas sugiriendo un beso. La imagen de la violencia y de
la guerra desarmada víctima de su amor por la diosa. Esta exaltación de las
emociones y de las pasiones, establecen la impronta expresiva de Lisipo y sus
modos que abren la vía a la escultura helenística.
Otro rasgo que define la concepción espacial de Lisipo es el afán por
romper la frontalidad característica del clasicismo, creando esculturas que
generan su propio espacio, con elementos que vistos como escorzos obligan al
espectador a deambular en torno a la escultura para captar la totalidad de sus
elementos, una lección, en su día apreciada por Miguel Ángel, que sería mucho
después recogida por los grandes maestros escultores del Barroco.
La obra de Lisipo aparece impregnada de un componente de humanización
logrado a partir de ciertos rasgos cotidianos y del uso magistral del lenguaje
corporal. Ello es visible en esta escultura por la forma en que aparece
sentada, con las piernas a diferentes alturas, las manos unidas sobre la
rodilla izquierda, el cabello revuelto y el gusto por los pequeños detalles en
las manos, pies, armas y en la figura del amorcillo juguetón, logrando
establecer una imagen, dotada de un realismo pocas veces conseguido en el mundo
griego, que está muy alejada de representar un momento heroico, sino justamente
lo contrario, un momento de reposo próximo al desánimo y al cansancio,
oponiéndose de forma radical a la idealización de las figuras de Praxíteles,
donde la belleza prevalece sobre los aspectos cotidianos, y al patetismo de
Escopas, cuyas figuras aparecen condicionadas por el dolor, el sufrimiento y el
dramatismo (pathos) propios de la condición humana. De modo que Lisipo
establece el equilibrio entre las visiones de estos grandes escultores contemporáneos
a través de héroes cansados, melancólicos y, en cierto modo, derrotados, un
reflejo de los propios sentimientos de la cultura griega, una lección de
estoicismo que llegaría a fascinar a los romanos.
La figura de Ares, el hijo de Zeus y Hera que como dios cruel encarna el
espíritu de la guerra y goza de las matanzas y la sangre sin importarle la
justicia, no gozaba de buena reputación en la cultura griega. Sin embargo, en
la cultura romana era un dios muy venerado por representar la juventud y por
ser considerado tradicionalmente como el padre de Rómulo y Remo, fundadores de
Roma. Frecuentemente aparece representado armado y algunas veces acompañado de
los que se consideran sus hijos: Deimo (el temor), Fobo (el miedo) y Eris (la
discordia). También eran hijas de Ares las Amazonas, pueblo de mujeres dedicado
a la caza y la guerra que habitaba los bosques de la Tracia. En otras ocasiones
la representación de Ares se acompaña de un perro, un buitre o un gallo, o
relacionado con Afrodita, vinculando a ambas figuras con los impulsos
elementales de la condición humana como son la violencia y el amor, de cuya
unión nace Harmonía.
Este es el personaje mitológico elegido por Lisipo para esta escultura,
al que representa con cuerpo de atleta, con cierta carga de sentimentalismo y
un movimiento contenido que muestran al artista como un gran renovador de la
técnica escultórica.
Otra copia de esta escultura se conserva en el Museo Arqueológico
Nacional de Nápoles, siendo posible contemplar una copia fidedigna en yeso en
la colección de Reproducciones Artísticas del Museo Nacional de Escultura de
Valladolid.
Gracias a J.M.Travieso por su estimable presentación
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