Un vitral, cristalera o vidriera policromada, ya eran usados en los templos de la época románica pero llegan a su apogeo en la arquitectura gótica y van generalizándose desde el siglo XIII. Presentan en este siglo, como en el anterior, la forma de mosaico en el fondo, con varios compartimentos o medallones de figuras en serie de arriba abajo, representándose en cada uno algún asunto religioso, histórico o simbólico, pero sin llevar más de un color cada fragmento de vidrio (salvo el esmalte de color gris o negruzco que se añade para trazar algunos perfiles y contornos de figuras). En el siglo XIV, dichos compartimentos se hacen de mayor tamaño, lo mismo que las figuras, las cuales se van situando aisladas dentro de su ojiva y debajo de un doselete y se tiende a imitar con ellas algo mejor el natural, añadiéndoles el claroscuro de esmalte gris y a veces el color amarillo mediante el amarillo de plata. En el siglo XV y principios del XVI, las imágenes son todavía mayores y están como encerradas en templetes góticos, erizados de torrecillas y además de los colores gris y amarillo, añadidos por el esmaltado del vidrio, se introduce a veces el color encarnado, también por el mismo procedimiento y se usan vidrios dobles (incoloro uno y coloreado el otro) para modificar el color del fragmento respectivo.
Fragmentos de vitrales en Austria entre los años 1340 y 1390
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